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LA PIEL: ¿UN ORGANO O UNA MEMBRANA MAS?

2023-11-09, Sonia Lozano
         La piel es una membrana más o menos elástica que recubre el cuerpo a la par que protege los tejidos internos del organismo pero, a la vez, es también el órgano más grande del cuerpo humano. Dispone de varias capas y la cara interna contacta el panículo adiposo, generalmente más grueso en la mujer que en el hombre, aunque la complexión física tiene mucho que decir, así como la zona de la que hablemos, pues es más gruesa en manos y pies que en el interior del codo, el hueco poplíteo o la cara por ejemplo.
          Después, un circuito sanguíneo (por el que pueden circular hasta 3 litros de sangre) y otro de drenaje depurativo hacen de puente antes de comunicar con estructuras subyacentes, músculos, aponeurosis y huesos siguiendo sus contornos, mediante unos haces fibrosos que se insertan en las aponeurosis.
         Esa circulación tan intensa tiene una función de regulación térmica y otra de reservorio de sangre para diversas necesidades, desde el rubor a la nutrición celular.
         También, como decíamos, es el órgano más grande del cuerpo, con la mayor cantidad de terminaciones nerviosas (al margen del cerebro), ya que unas son para recoger sensaciones y trasladarlas (como en el caso de la temperatura fría o caliente del agua, la presión de un apretón de manos, el dolor de una quemadura o la suavidad recibida por el tacto de la seda), otras para asegurar la regularidad de los actos del metabolismo celular (que influye en las secreciones sudoral y sebácea) e incluso vasomotoras (que tienen la importante función de regular la corriente sanguínea de los vasos, por ejemplo).
         Desde el punto de vista naturista la piel es nuestro órgano más importante para la respiración celular por lo que le prestamos especial atención cuando va asociada a procesos de pulmón y a líquido intersticial sucio. También la valoramos al detalle ante los baños de sol, ya que el peligro no está en la quemadura que se puede producir en la superficie o epidermis sino en la capacidad de regeneración de las capas más inferiores, la dermis y la hipodermis.

Las capas de la piel

     En la epidermis o superficial tiene cinco capas en continuo estado de destrucción y regeneración, pues las células que mueren son reemplazadas por otras al momento. En esta capa tenemos las glándulas de la piel, las uñas y el pelo, formada por células epiteliales y sin vasos sanguíneos. Su función es ser la primera barrera contra el exterior (suciedad, sustancias de todo tipo…). Si nos empeñamos en intoxicarla y no dejarla respirar con cremas o maquillajes, alterará su ph para poder adaptarse a tantos factores de estrés.
         La dermis está formada por el tejido conjuntivo, con un espesor variable entre 1 y 3 mm. Tiene numerosos capilares y folículos pilosos, músculos erectores del pelo, glándulas sudoríparas y glándulas sebáceas. También en la dermis hay receptores sensitivos especializados. Y en la hipodermis, formada también por  tejido conjuntivo, de grosor variable según zonas e individuos, es espesa, resistente y elástica y tiene un papel protector de sus tejidos inferiores contra traumatismos superficiales y cambios de temperatura. Es la peor capa para lesionar ya que entra en contacto con otros tipos de tejidos, cada uno con su idiosincrasia y condiciones especiales. Esta capa es la más adaptable de todas y por eso la más peligrosa si se lesiona.
         El conjunto de las tres capas, el un protector microbiano ante el exterior a la par que un filtro de tóxicos hacia el exterior. Esto lo consigue gracias a su acidez fisiológica, que asegura una exterioridad relativa, ya que impide que proliferen los gérmenes en su superficie, gracias a las glándulas sebáceas y su producción de  sebo, que se mezcla con la transpiración y que tiene sustancias lipídicas que inhiben la acción de bacterias y hongos, a la par que dificulta la entrada de químicos. También tiene un efecto de protección contra el frío, ya que, por su espesor y estructura, el sudar desempeña un papel importante en la regulación térmica ante los aumentos o descensos de temperatura. También, ayudado por la melanina, protege contra las radiaciones lumínicas. 
         Gracias a las sensaciones cutáneas se transmiten a la corteza cerebral a través de fibras aferentes de las neuronas sensitivas y los haces nerviosos medulares, la piel puede ser un reflejo sensorial de lo que ocurre a un nivel más profundo. Así, el dolor originado en una víscera, puede acusarse no solo en la víscera sino en una zona de la piel que siempre es la misma para cada víscera porque su inervación sensitiva corresponde al mismo segmento de esa médula espinal, lo que explica la relación entre la reflexología de tejido conjuntivo y los órganos. Esas zonas se denominan dermatomas o metámerasy explican claramente que el dolor de una úlcera gástrica puede percibirse en el epigastrio, que dolores que en realidad tienen su origen en el hígado se perciban en el hombro, que los cólicos nefríticos tengan irradiaciones típicas lejos de puntos donde se está produciendo el problema y que el infarto pueda presentarse en ocasiones con dolores en el brazo, hombro o cuello.
 
 
 
 
 
 

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